sábado, 21 de abril de 2012

DE LA CRÓNICA DE PABLO


Abrir los ojos y amanecer
Entraba temprano a un ambiente de tranquilidad, 11 personas, todas con sus pies descalzos en contacto con la tierra, con nuestra tierra.
Una música de fondo que tranquiliza, suaves melodías que nos hacen disfrutar nuestro interior. Como siempre digo en mis escritos, la música te da el estado de animo, ahí se expresaba esto perfectamente.
Creamos una ronda en donde por primera vez nos reconocíamos quienes eramos los individuos que empezábamos este camino, al fin nos reconocíamos. Una chica, de la cual no sabía su nombre, cebaba mates en una punta de la ronda, yo del otro lado hacia lo mismo.
Había 2 personas que no habían estado allí la primera vez, todos les contamos lo que sentimos en nuestro primer encuentro, como lo vio cada uno, como lo vivió cada uno.
Entre mates nos reconocíamos las voces, aprendíamos los gestos de cada uno, nos empezábamos a abrir de una manera muy natural. A todos se les dio la palabra, nadie quedo callado. Al principio me costo hablar, pero finalmente compartí mi experiencia pasada... En mi mente ello fue muy claro, sin embargo no se si para ellos lo fue así. Ja!
Hablaron de estas crónicas, de esta crónica e instantáneamente vino a mi mente el hecho de hacerlas, sin siquiera saber que era esto a lo que me adentraba. Era como un escape creador, algo que me había pasado el día que conocí a todos. Sin embargo, ni sabia en que me metía.
Hemos conocido a nuestra comunidad, o al menos a la mayoría de ellos, eramos 11, faltaban 2, había un invitado. Por lo que finalmente eramos 12.
12 horas, 12 personas, no pude sacarme ese pensamiento de mi mente.

El reloj de los miedos
En el momento en el que ya nos sentíamos cómodos, yo ya recostado sobre mi vientre, nos paramos, nos pusimos en ronda y meditamos sobre nuestros miedos, claramente en mi mente aparecía mi miedo a los triángulos, sin embargo es un concepto muy complejo y muchas veces malinterpretado o minimizado. Luego me apareció el miedo al tiempo, mi mente le teme al tiempo, al perder el tiempo, a que pierdan mi tiempo, y muchas veces pierdo el tiempo pensando en que pierdo el tiempo. En mis escrituras siempre me enfoque en eso, en controlar cuanto tiempo me tomo escribir algo, tabular esos espacios de tiempo y marcarlos [23:12]
Aun en circulo nos elegimos los unos a los otros para contarnos nuestros miedos y por que elegíamos a esa persona para contárselo. Muchas veces fue porque creíamos que esa persona nos daba fuerzas, padecía lo mismo, era lo opuesto o tenia el tema superado.
Entre todos esos miedos que salían de todos decidí contar mi miedo, camine hacia el centro del circulo y luego camine hasta enfrentarme a alguien. Ahí estaba yo, contando mi miedo... Luego camine directamente hacia mi lugar.
Una vez en mi lugar me di cuenta de lo que había hecho, había expresado mis dos miedos físicamente mejor que con mis palabras, había hecho un movimiento largo hacia el centro que representaba al minutero, un movimiento mas corto al enfrentarme con la persona a la que le hablaba que representaba a la aguja de las horas y había cerrado ese movimiento haciendo un tercer lado de ese triangulo que temo.
Todo fue muy claro, ahí me di cuenta de que esa clase era un reloj, de que estaba dentro de un reloj, estaba viviendo mi miedo como muchos otros deberían estar viviendo los suyos al recordarlos. Esa tarde deberíamos haber sido 12 personas, una por cada hora de ese reloj, todos en circulo y moviéndonos como agujas que apuntan a un numero. Un numero. Ese es el lugar que nos queda cuando somos parte de un reloj.

El saludo a uno mismo / la escucha espejada.
Hemos saludado a todos repetidas veces, nos hemos dicho decenas de cosas para luego darnos cuenta que al decir lo que recordábamos de los demás era siempre algo que hablaba de nosotros, cosas que nos llamaron la atención que diríamos nosotros mismos, cosas similares o completamente opuestas a lo que diríamos. De todos modos siempre escuchábamos algo referido a nosotros.
De hecho yo recordaba muchas cosas de la gente, pero no sus nombres, nunca le doy mucha importancia a ellos, creo que la persona es la que es, no un nombre, por eso las recuerdo por muchas cosas pero generalmente no recuerdo sus nombres. Al quedar en evidencia, finalmente les hemos dado interés a esos nombres.

Nos ven como nos dejamos ver
Nos escondimos los unos de los otros, al principio me pregunte. ¿De que nos escondemos? Sin embargo no pregunte mas y todos seguimos a esa voz que nos ofrecía una consigna.
¿Escondites? ¿En donde esconderme?.... ¿Que confundiría al otro? Me pregunte que me confundiría a mi. Ahí mismo vi el espejo y decidí esconderme tras el. En mi mente eso era como un escudo extremo, la gente que venia a conocerme, que venia a buscarme nunca me iba a encontrar, siempre iban a ver su propia imagen, es algo similar a lo recientemente experimentado, iban a ver su propia imagen, nunca llegarían a verme a mi. Sin embargo, detrás de el yo tampoco podría verlos a ellos, pero no se, de todos modos por algo me estaba ocultando.
Repentinamente mi voz interior necesitó encontrar a los demás y he tenido que asomarme, dejando parte de mí visible, pude ver a casi todos en su escondite, mirando al mundo, exponiéndose ellos también al hacerlo. Algunos lo hacían con cuidado, otros revelándose cuasi enteros. En algunos se les notaba cierta felicidad al encontrar a otra gente, ya no estábamos solos, había otra gente saliendo de ese escondite y comunicándose con esas miradas.
Nos volvimos a esconder una vez mas. Algunos decidieron no esconderse, desde mi escondite podía verlos. Cerraban los ojos y omitía al mundo a su alrededor, era simple y complejo como eso, Y de esa manera el mundo no interactuaba con ellos. Ellos no existían, desaparecieron.
Ya no era cómodo esconderse, mi nuevo escondite se derrumbaba y estaba seguro de que desde afuera se podía ver parte de mí, inclusive mis esfuerzos por mantener en pié mi no presencia. Sin embargo otros escondites mejoraron, en contraposición al mío.

La aislación en el búnquer
Creamos una fortaleza bajo tierra, vivíamos todos en ella y dentro de la misma todo eran risas, juegos y amábamos vivir ahí. Nos amábamos dentro y era un lugar que nos remitía a ese sentimiento de niñez.
Una pelota roja circulaba entre nosotros, al principio no tenía ningún significado, pero pronto lo comprendimos, el significado estaba en que estábamos haciendo algo todos juntos dentro de él.
De a uno por vez, muchos salimos de él, yo fui el primero. Sinceramente no quería salir. Salí arrastrándome entre risas y me paré.
Al verlo desde afuera, ese búnquer se sentía frío, extraño ante mis ojos, inmóvil, rígido, pequeño y hasta muerto. Todo lo contrario a como se veía dentro de él.
Ya no me reía mas, extrañaba a esa gente con sus juegos. Tuve que volver.
Todo había cambiado dentro de él. Mi lugar había sido tomado y me tuve que acomodar en otro lugar. No estaba tan cómodo como lo recordaba, hacía mucho mas calor dentro de él y faltaba el aire. De repente extrañé el aire del exterior “¿Cómo podía respirar la gente ahí?”, me pregunté.
Ya no circulaba la pelota y me dí cuenta de que el techo se caía y había gente que nunca iba a poder salir sin destruir el bunquer de todos.
Luego de unos minutos todo cambió nuevamente, las caras volvieron a serme familiar y la mía lo era para ellos también, las risas empezaron nuevamente y la pelota comenzó a circular.
Varios salieron y entraron, todos vieron lo mismo.

La caminata consciente
Caminamos y pensamos conscientemente todo eso que sentimos en este experiencia.
Mirábamos hacia arriba, al frente arriba, y caminábamos muuuy lento. Imágenes pasaban por mi cabeza. Cosas que quería pintar en ese mismo instante. Me centré en el tiempo y así como lo hice me perdí en él para encontrarme con él
Decidí volver a pintar.
Cuando todos terminamos, yo seguí caminando sin haberme enterado de que debía terminar, habré caminado 5 metros en total, pero nunca había escuchado nada alrededor, ni vi gente alrededor, era yo. Solamente mi mente y yo.

Circulo al anochecer 
Cerramos el encuentro como lo comenzamos, nuevamente una ronda tomando mates. Ahí donde se comparte lo vivido, lo que se sintió. Nuevamente todos tuvieron su momento para hablar, todos hablaron y todos aportaron cosas que nos abrían constantemente los ojos, vivíamos distintas experiencias con solo escuchar lo que vivieron otros ojos. Algo completamente impresionante.
En el momento en el que preguntaron ¿Quién va a escribir la crónica para la semana que viene? Yo instantáneamente dije “Chan” pero todos escucharon que yo dije “Yo”.
Ahora no se si dije una cosa o la otra, pero claramente me había ofrecido. Pues si, como expresé al comienzo, tenía ganas de hacerlo y de ser el primero. Tenía mis dudas de que iba a ser lo que tenía que hacer... pero tenía muchas ganas de hacerlo, sin importar lo que ello signifique.
Finalmente lo supe, ahora lo se. Esto es algo que quería hacer, que he disfrutado y que debía hacer.

(A veces me pregunto cuantas veces hago referencias al tiempo)

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