El encuentro comenzó con la lectura
de la crónica del encuentro anterior. Como yo no había estado, me costó un poco
entender que era lo que habían hecho, así que entre todos los que habían
estado, reconstruyeron que era lo que había pasado y como se habían sentido.
Después los profes nos contaron un
poco sobre teoría y cómo y donde comenzó el psicodrama.
Alguien dijo que había escuchado que Moreno
era megalómano. También nos contaron que el psicodrama moreniano se
desarrollaba en un escenario, pero que después otros movimientos dejan el
escenario de lado para poder llevar el psicodrama a otros ámbitos.
Hablaron de los elementos del
psicodrama: el protagonista, el yo auxiliar, el escenario, el público y el
director.
También hablamos de obras que toman
el espacio dramático de manera no convencional, lo que produce otras cosas en
el espectador, ya que muchas veces el espectador pasa a ser parte de la obra. Esto
me interesó, y me gustó la propuesta de ir a ver una obra todos juntos.
Juan nos habló de la diferencia entre
espacio dramático y dramatismo del espacio; y también de la diferencia entre escena
dramática y dramatismo de la escena, en la cual el dramatismo se lo damos
nosotros, no está sugerido en la escena que se presenta, tiene que ver con lo
que me resuena a mí.
Después del recreo, empezamos a mover
el cuerpo en el caldeamiento. Todos mirábamos hacia abajo, algunos cerraban los
ojos; yo no sabía que mirar. Me costó bastante relajar el cuerpo, no sé si lo
conseguí, mi cabeza no paraba de pensar y evaluar lo que hacía (“¿lo estaré
haciendo bien?”).
En un momento nos dicen que abramos
la mirada, que miremos hacia adelante, sin fijar la vista en nada, intentando
abarcar 180º. Este ejercicio me ayudó un poco más, por lo menos ya sabía que
hacer con la mirada.
Durante la primer parte del
caldeamiento intentamos relajar. En la segunda parte todo se vuelve más activo.
Juan nos habló sobre cómo la energía cambia según el ejercicio que hagamos. En la
primera parte, intentamos relajar, lo que llevó a que la energía fuera más
baja, pausada. En la segunda parte, nos hicieron correr, apurarnos, la energía
cambió, subió.
En el primer ejercicio nos paramos en
ronda. Éramos cowboys. Teníamos que entrar al círculo, pararnos en pose de
cowboy, mirar a todos evaluativamente y elegir a uno. Cuando el cowboy elegía a
quien desafiar, se paraba mirándolo y avanzaba, entonces empezaba el “baile” en
el cual ambos personajes mantenían la distancia entre ellos. Finalmente uno
disparaba. Antes de disparar había que palpar el arma, avisando al otro que se
venía el disparo. Mantener la tensión, no apurarnos, fue algo que nos costó a
casi todos, que queríamos salir lo más rápido posible de la ronda (o bueno, eso
me pasó a mí).
En el ejercicio siguiente la escena a
montar era la de una fiesta super elegante e importante, y en la cual todos
llegábamos solos. Nos dividimos en dos grupos.
La primera vez que hicimos la
escena, todos entramos al salón donde la
fiesta se desarrollaba y fuimos hacia la mesa de comida, incluso inventamos un
barman que no existía. Juan nos señaló que no había tensión dramática.
Hicimos la escena nuevamente: en el
primer grupo apareció la tensión, se miraban entre ellos de costado, mostraban
incomodidad. En el segundo grupo (el cual yo integraba) no se mostró tensión, fue
más cómico. Estas diferencias entre los dos grupos surgieron en el análisis
posterior, y yo no me di cuenta de todo esto hasta que lo dijeron.
Hubo un tercer ejercicio en el que todos
caminamos por el salón, mirando, descubriendo las cosas que había en el salón y
el lugar mismo, pero mostrando tensión, incomodidad. Juan nos dio como consejo,
como pista, tomar la incomodidad que sentimos en el primer encuentro. Ese tip
me ayudó a entender mejor que era esa tensión que se pedía.
Después, todos tuvimos que quedarnos
quietos en el lugar que estábamos cuando dieron la indicación, parados, y la
consigna era transmitir esa tensión que antes expresábamos con el cuerpo, pero
ahora a través de la mirada. Por la forma en la que estábamos parados, por como
nuestros cuerpos “apuntaban” a los otros, quedaron como dos grupos. En mi
“grupo” éramos tres, y, en un principio los del otro grupo se miraban solo
entre ellos. Cuando mis compañeras se miraban entre ellas, yo buscaba la mirada
de los otros, pero no la encontraba. Finalmente alguien del otro grupo se dio
vuelta a mirar al exterior, y abrió la puerta a los otros para que hicieran lo
mismo, por lo que pudimos mirarnos entre todos. Me era difícil sostener las
miradas, algunas más que otras, no me sentí muy cómoda. Después, cuando nos
sentamos todos a hablar de lo que sentimos, lo que nos pasó, hubo alguien que dijo que se sentía
mal, feo, cuando alguien no sostenía la mirada.
A mí me pasaba algo distinto, si alguien sostenía demasiado tiempo la
mirada, me incomodaba. Ahora que escribo esto, lo relaciono con el dramatismo
de la escena, y como cada uno le da distinto valor, diferente sentidos a una
misma escena.
Al final nos sentamos a hablar de
todo lo que había pasado durante el encuentro. Nadie quiere hacer la crónica,
silencio incómodo. Yo no quería ofrecerme porque sentí que no había entendido
muy bien lo que habíamos hecho durante el encuentro, pero, finalmente, como el
silencio se estaba haciendo muy largo (tensión dramática) y a mí me molestaba
(¿dramática de la escena?), me ofrecí a
hacerla yo.
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