sábado, 5 de mayo de 2012

DE LA CRÓNICA DE ANAHI


El encuentro comenzó con la lectura de la crónica del encuentro anterior. Como yo no había estado, me costó un poco entender que era lo que habían hecho, así que entre todos los que habían estado, reconstruyeron que era lo que había pasado y como se habían sentido.
Después los profes nos contaron un poco sobre teoría y cómo y donde comenzó el psicodrama.  
Alguien dijo que había escuchado que Moreno era megalómano. También nos contaron que el psicodrama moreniano se desarrollaba en un escenario, pero que después otros movimientos dejan el escenario de lado para poder llevar el psicodrama a otros ámbitos.
Hablaron de los elementos del psicodrama: el protagonista, el yo auxiliar, el escenario, el público y el director.
También hablamos de obras que toman el espacio dramático de manera no convencional, lo que produce otras cosas en el espectador, ya que muchas veces el espectador pasa a ser parte de la obra. Esto me interesó, y me gustó la propuesta de ir a ver una obra todos juntos.
Juan nos habló de la diferencia entre espacio dramático y dramatismo del espacio; y también de la diferencia entre escena dramática y dramatismo de la escena, en la cual el dramatismo se lo damos nosotros, no está sugerido en la escena que se presenta, tiene que ver con lo que me resuena a mí.
Después del recreo, empezamos a mover el cuerpo en el caldeamiento. Todos mirábamos hacia abajo, algunos cerraban los ojos; yo no sabía que mirar. Me costó bastante relajar el cuerpo, no sé si lo conseguí, mi cabeza no paraba de pensar y evaluar lo que hacía (“¿lo estaré haciendo bien?”).
En un momento nos dicen que abramos la mirada, que miremos hacia adelante, sin fijar la vista en nada, intentando abarcar 180º. Este ejercicio me ayudó un poco más, por lo menos ya sabía que hacer con la mirada.
Durante la primer parte del caldeamiento intentamos relajar. En la segunda parte todo se vuelve más activo. Juan nos habló sobre cómo la energía cambia según el ejercicio que hagamos. En la primera parte, intentamos relajar, lo que llevó a que la energía fuera más baja, pausada. En la segunda parte, nos hicieron correr, apurarnos, la energía cambió, subió.
En el primer ejercicio nos paramos en ronda. Éramos cowboys. Teníamos que entrar al círculo, pararnos en pose de cowboy, mirar a todos evaluativamente y elegir a uno. Cuando el cowboy elegía a quien desafiar, se paraba mirándolo y avanzaba, entonces empezaba el “baile” en el cual ambos personajes mantenían la distancia entre ellos. Finalmente uno disparaba. Antes de disparar había que palpar el arma, avisando al otro que se venía el disparo. Mantener la tensión, no apurarnos, fue algo que nos costó a casi todos, que queríamos salir lo más rápido posible de la ronda (o bueno, eso me pasó a mí).
En el ejercicio siguiente la escena a montar era la de una fiesta super elegante e importante, y en la cual todos llegábamos solos. Nos dividimos en dos grupos.
La primera vez que hicimos la escena,  todos entramos al salón donde la fiesta se desarrollaba y fuimos hacia la mesa de comida, incluso inventamos un barman que no existía. Juan nos señaló que no había tensión dramática.
Hicimos la escena nuevamente: en el primer grupo apareció la tensión, se miraban entre ellos de costado, mostraban incomodidad. En el segundo grupo (el cual yo integraba) no se mostró tensión, fue más cómico. Estas diferencias entre los dos grupos surgieron en el análisis posterior, y yo no me di cuenta de todo esto hasta que lo dijeron.
Hubo un tercer ejercicio en el que todos caminamos por el salón, mirando, descubriendo las cosas que había en el salón y el lugar mismo, pero mostrando tensión, incomodidad. Juan nos dio como consejo, como pista, tomar la incomodidad que sentimos en el primer encuentro. Ese tip me ayudó a entender mejor que era esa tensión que se pedía.
Después, todos tuvimos que quedarnos quietos en el lugar que estábamos cuando dieron la indicación, parados, y la consigna era transmitir esa tensión que antes expresábamos con el cuerpo, pero ahora a través de la mirada. Por la forma en la que estábamos parados, por como nuestros cuerpos “apuntaban” a los otros, quedaron como dos grupos. En mi “grupo” éramos tres, y, en un principio los del otro grupo se miraban solo entre ellos. Cuando mis compañeras se miraban entre ellas, yo buscaba la mirada de los otros, pero no la encontraba. Finalmente alguien del otro grupo se dio vuelta a mirar al exterior, y abrió la puerta a los otros para que hicieran lo mismo, por lo que pudimos mirarnos entre todos. Me era difícil sostener las miradas, algunas más que otras, no me sentí muy cómoda. Después, cuando nos sentamos todos a hablar de lo que sentimos, lo que nos  pasó, hubo alguien que dijo que se sentía mal, feo, cuando alguien no sostenía la mirada.  A mí me pasaba algo distinto, si alguien sostenía demasiado tiempo la mirada, me incomodaba. Ahora que escribo esto, lo relaciono con el dramatismo de la escena, y como cada uno le da distinto valor, diferente sentidos a una misma escena.
Al final nos sentamos a hablar de todo lo que había pasado durante el encuentro. Nadie quiere hacer la crónica, silencio incómodo. Yo no quería ofrecerme porque sentí que no había entendido muy bien lo que habíamos hecho durante el encuentro, pero, finalmente, como el silencio se estaba haciendo muy largo (tensión dramática) y a mí me molestaba (¿dramática de la escena?), me ofrecí  a hacerla yo.

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