sábado, 7 de julio de 2012

DE LA CRÓNICAS DE CAMILA

Al llegar hicimos una ronda. Y pensé que iba a ser como siempre; una parte teórica en la que se explica y lee un texto, intercambiamos ideas y cosas que no se entienden son dichas, mientras el mate pasa de mano en mano y uno baja su ansiedad comiendo galletitas.

Esta vez pasó algo diferente. Primero Martín leyó la crónica que debía realizar para la clase. Al terminar Alicia dijo que ella también había realizado una crónica, aunque no le tocaba esta vez.
Me sorprendió  y escuché, pero lo que tenía para decir no era solamente un relato acerca de lo que se realizó en la clase, sino que contaba un hecho muy personal, intenso y doloroso para ella. Y así empezó esta clase…
Sentí que algo había cambiado en ese lugar… la confianza en el grupo, ser parte de algo, no sé bien que fue, pero me gustó que se haya logrado expresar de esa forma. Que haya podido mostrar  los sentimientos que tiene, sin que el miedo la invada ni la paralice. Cosas que siempre admire de las personas que lo hacen.
Luego Belén contó que estuvo reflexionando acerca de su precipicio, cual era, porque surgía y como llegó a asociarlo.
No era una clase usual, dos compañeras estaban expresando cosas profundadas y difíciles de decir. Por un momento se me mezclaron muchas cosas en la cabeza…la palabra terapia…con la palabra aprendizaje…acá había algo más que un aprendizaje académico.
Después hablamos sobre la parte teórica, leímos un texto y a la par Juan lo explicaba. Se trataba LLEVAR AL ACTO.
Luego hicimos un mini recreo, tomamos aire, fumaron los que lo hacían y volvimos con la voz de Juan que anunciaba que ahora teníamos que poner el cuerpo.
Primero hicimos el caldeamiento, Relajamos el cuerpo al ritmo de la música.
Luego Cerramos los ojos y teníamos que encontrarnos con un otro, mediante el tacto. Y  no sabía  a quién tenía enfrente pero sentía que era una sola persona, y que estábamos conectados al realizar el ejercicio. Pero al abrir los ojos, vi que estaba rodeada de gente, todos casi tocándonos.  Y pensé, que diferente que es  lo que  se imagina cuando no se ve, que poca percepción de lo real que se tiene, pero que bueno que se pueda llegar a eso, a imaginar.
Luego Juan Plateó que comencemos a sentir aquellos síntomas que se tienen cuando se está enfermo de fiebre amarilla.
Comencé a querer sentir calor en una parte de mis pies, pero no funcionaba, no sentía nada.
Luego intenté que suceda con mi mano, y lo logré, mi mano comenzó a sentir calor que se extendió a todo mi cuerpo. Luego me comencé a sentir mal, tenía un fuerte dolor de cabeza, sequedad en la boca y una fuerte toz que daba señales que ya estaba enferma.
Nuestras piernas se iban debilitando, mientras Juan nos daba indicaciones acerca de los síntomas que iban surgiendo en el proceso.
Y terminamos todos en el piso, mientras comenzábamos a delirar.
Algunos fuimos despertando curados milagrosamente y vimos como estaban los demás enfermos,  fue una  horrible sensación. No sé si porque uno no quiere ver mal  al otro, o por no querer ser el único, y quedarse fuera de algo, siendo diferente.
Después de este ejercicio, todos volvimos a  nuestro estado natural, y recordamos una frase que dijimos durante el delirio de la enfermedad. Hicimos una ronda y elegimos a alguien para decir esta frase; dos personas frente a frente, dos frases y siempre repitiéndolas, sin dar lugar a nada más para decir.
Cuando les tocó el turno Alicia y a Damián sentí mucha tensión, ya que lo que decían era muy fuerte. Alicia no quería  morir y Damián se quería ir , y esto se repetía una y otra vez. Además en sus caras se notaba que estaban sintiendo aquello que decían.
Después de esto hicimos una puesta en común de lo que se había trabajado, nos sentamos, sabiendo que los ejercicios habían terminado, hablamos acerca de algunas cuestiones que habían surgido, y luego nos fuimos sabiendo que no estaríamos más expuestos por hoy.

No hay comentarios:

Publicar un comentario