sábado, 16 de junio de 2012

DE LA CRÓNICA DE MARTIN


Como cada sábado fume mi cigarrillo antes de entrar, pase por el baño (inevitable), me descalce y me puse cómodo para empezar. Pronto nos encontramos todos sentados en la ronda. Juan abre preguntando acerca de la actividad del encuentro anterior, yo fui el primero en hablar, me había quedado pensando en porque no pude armar mi personaje ni involucrarme en la historia. Solo me conforme con acoplarme al personaje de  Anahi y ahí me quede. El mate recién comenzaba a girar. Luego hablamos de cómo fueron rotando los líderes, y de la explicitación del pedido de cada uno frente al mostrador, algunos desde un personaje, otros desde sí mismos. Seguidamente y continuando con la dramatización de la última clase, Juan nos entrego fotocopias del autor Bouquet sobre los fundamentos del psicodrama, la cual debíamos leer para la próxima clase, o sea hoy, pero ahí Anahi nos leyó acerca de las ansiedades al momento de dramatizar, cada uno debía marcar las que considera que posee, yo marque algunas como por ejemplo a exponerme a una evaluación critica, al papelón, al ridículo, a poner afuera los fantasmas, a quedar expuesto, entre otros. Releyendo mis ansiedades, comprendo que quizás por ellas, no pude armar mi personaje aun, entonces soy yo, Martin, el que se expone, y no Martin a través del personaje. De esa manera supongo que me sentiré más seguro ya que no soy yo el que está en el escenario. De todas maneras estoy dispuesto a enfrentar contra la resistencia y las ansiedades para lograr armar mi personaje.
Supongo que todos hemos sentido identificados con alguna ansiedad en mayor o en menor medida.
Se hizo la hora del descanso y las ganas de fumar eran muchas. La mayoría salimos a pitar o a acompañar a los que pitamos. En ese momento y por primera vez sentí que éramos más que un grupo de psicodrama, estábamos afuera hablando de otras cosas, nadie quedaba excluido, se nos veía muy bien. Pronto Juan se asoma y nos llama, las ansiedades comienzan a surgir… el momento de dramatizar estaba llegando. Se trato de una actividad debíamos armar parejas y mantener con las palmas de la mano una caña en el aire, mientras nos movíamos de un lado a otro. En lo personal se me hacía muy difícil darme cuenta en qué momento cada uno tenía el poder de guiar la caña. Girábamos y nos movíamos en un mismo compas. Luego nos enfrentamos uno al otro utilizando una caña cada uno. Hasta aquí la actividad se realizaba con varias parejas a la vez. En un principio en silencio, luego hablando con el otro. Yo trabaje junto a Alicia, con la cual me sentí muy cómodo. Luego debíamos pasar una sola pareja y realizar la misma actividad. Ante la pregunta de Juan de quien quería pasar, nadie respondió, por lo que pasamos con Alicia. Comenzamos el enfrentamiento, sin hablar y escuchando una música suave… en enfrentamiento se fue tornando cada vez más débil hasta culminar en un balanceo suave, a pesar que la música se había vuelto algo rápida. Al momento de comenzar a hablar, rompí diciendo que sentía que me estaba amacando, que era muy lindo lo que estábamos viviendo, parecíamos un hijo y su mamá. Aun puedo recordar la sonrisa de Alicia y la felicidad que desplegaba en ese momento. Ya no había más enfrentamiento era una madre meciendo a su hijo. Ambos estábamos de acuerdo y hablamos acerca de eso. La campana sonó y la dramatización culmino. Considero que para ambos fue fuerte la actividad, pero no habíamos podido respetar la consigna. Caímos en movimientos estructurados y repetitivos, los cuales permitieron que nuestras cabezas pensaran lo que decíamos. No afloraron personajes una vez mas éramos Alicia y Martin. Rápidamente pensé que no habíamos entendido la consigna, luego me di cuenta que nuestras resistencia eran más fuertes. Una vez más intentamos realizar la dramatización, esta vez intentando sortear las dificultades. Todas las parejas fueron pasando, algunas pudiendo desplegar personas e historias, otras no tanto. Era difícil enfrentarse y dejar fluir la voz sin pensar en que se decía.
Seguidamente realizamos el “Camino del Guerrero”, una caminata lenta al compas de la respiración, mirando el círculo amarrillo, que para mí representaba un sol. Me pareció que había caminado kilómetros, me sentía cansado y con mucha paz, algunas lágrimas asomaron por mis ojos. Había sido fuerte la dramatización.
Luego vino la puesta en común, de la cual no recuerdo mucho, yo no estaba allí, no sé donde, pero allí no. Me sentía volando, sin ganas de hablar, solo disfrutaba de ese momento de  libertad y paz. 

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